Psicoterapia

Diagnóstico

“No tengo amigos”: Soledad, vínculos y neurodivergencia en la adultez

“No tengo amigos.” “Me cuesta confiar en la gente.” “Siento que no encajo en ningún grupo.” “No sé cómo empezar una conversación sin parecer raro/a.” Estas frases resuenan con fuerza en la consulta terapéutica cuando hablamos con personas neurodivergentes adultas. No son simples expresiones de tristeza pasajera; son síntomas de una experiencia vital profunda: la soledad no elegida, la dificultad para crear vínculos significativos y la sensación persistente de ser un “extraterrestre emocional” en un planeta que parece regirse por normas invisibles.

Compartir articulo

La paradoja de la conexión: querer vínculos, pero no saber cómo

Muchas personas neurodivergentes, especialmente quienes descubren su condición en la adultez, arrastran una larga historia de incomprensión, rechazo social o exclusión sutil. Desde la infancia, aprendieron que sus formas de ser —su intensidad, su literalidad, sus intereses, sus silencios o su necesidad de profundidad— no eran bienvenidas en la mayoría de los entornos sociales.

La consecuencia suele ser un aprendizaje doloroso: “para que me acepten, tengo que dejar de ser yo”.
Este aprendizaje puede llevar a tres caminos:

  • El aislamiento: retirarse por completo del contacto social para evitar el daño.

  • El enmascaramiento: fingir ser otra persona, con un alto coste emocional.

  • La hiperadaptación: convertirse en quien los demás quieren, perdiendo el sentido de identidad.

 

¿Por qué es tan difícil hacer y mantener amistades siendo neurodivergente?

No se trata de una incapacidad para socializar, como todavía repiten algunos modelos anticuados. Se trata, más bien, de una desincronización entre la forma neurotípica de vincularse y la forma en que muchas personas neurodivergentes experimentan la comunicación, el afecto y la confianza.

Algunos factores comunes:

1. Lectura diferente de las normas sociales implícitas

Las “reglas no escritas” de la interacción social —como saber cuándo intervenir en una conversación, detectar la ironía o interpretar indirectas— pueden resultar confusas o irrelevantes para muchas personas neurodivergentes. Esto puede llevar a malentendidos o al estigma de parecer “inapropiado” o “desubicado”.

2. Necesidad de relaciones profundas, no superficiales

La conexión emocional real, basada en la autenticidad, suele ser prioritaria frente a los intercambios triviales o las dinámicas grupales de “pequeña charla”. Pero en un mundo social que premia la extroversión y la rapidez, esta preferencia puede ser malinterpretada como frialdad o desinterés.

3. Procesamiento sensorial y emocional intenso

Un entorno social saturado —ruidos, olores, conversaciones múltiples— puede resultar abrumador y dificultar el establecimiento de vínculos. Del mismo modo, la hipersensibilidad emocional puede hacer que una decepción o un rechazo pequeño se vivan como experiencias desbordantes.

4. Historial de exclusión o bullying

Quienes han crecido siendo señalados como “el raro” o “la intensa” tienden a desarrollar mecanismos de protección emocional. La evitación social puede ser una forma de cuidarse del dolor, no de desinterés.

5. Fatiga social y necesidad de recuperación

El esfuerzo que requiere adaptarse constantemente a códigos sociales ajenos puede agotar. Muchas personas neurodivergentes necesitan largos periodos de recuperación tras encuentros sociales, lo que dificulta mantener una frecuencia de contacto que el entorno pueda entender.

La herida de la soledad: un dolor silenciado

Estar solo no es lo mismo que sentirse solo. Algunas personas neurodivergentes disfrutan profundamente de la soledad elegida. Pero otras, o muchas veces las mismas personas en distintos momentos, sufren una soledad no deseada que mina su salud mental y emocional.

Esta soledad suele ir acompañada de pensamientos como:

  • “Hay algo mal en mí.”

  • “Si nadie quiere estar conmigo, debe ser culpa mía.”

  • “No soy suficiente para que alguien me quiera.”

Este tipo de pensamiento puede derivar en:

  • Ansiedad social.

  • Depresión o apatía.

  • Sensación de desconexión del mundo.

  • Baja autoestima e inseguridad relacional.

Como terapeutas, es fundamental desmontar el mito de que la dificultad para vincularse es un déficit personal. La realidad es que el mundo ha sido diseñado para una forma concreta de interactuar, y cualquier desviación de esa norma es penalizada o ignorada.

 

Romper el bucle: hacia relaciones más auténticas y seguras

Entonces… ¿hay salida? Sí. Pero no empieza por “hacer más amigos”.
Empieza por cambiar el marco desde el que nos pensamos a nosotros mismos.

Aquí van algunas claves:

1. Reconocer que no estás roto/a

La dificultad no está en ti, sino en el desajuste entre tu forma de estar en el mundo y los entornos que no la comprenden. No necesitas arreglarte: necesitas entornos que te comprendan.

2. Cultivar la autoaceptación como base

Cuando te comprendes y te validas, tus relaciones empiezan a construirse desde un lugar menos ansioso. No se trata de resignación, sino de darte permiso para ser tú.

3. Buscar espacios neuroafirmativos

Grupos terapéuticos, asociaciones neurodivergentes, actividades inclusivas, incluso comunidades online… Hay lugares donde no tienes que explicar por qué necesitas una pausa sensorial, por qué hablas mucho de un tema o por qué prefieres los vínculos uno a uno.

4. Permitir que los vínculos sean lentos y orgánicos

No necesitas tener muchos amigos, ni amigos para todo. Una sola persona con la que puedas hablar con sinceridad puede marcar una enorme diferencia. La conexión no siempre es inmediata: a veces necesita tiempo, silencio, repetición.

5. Practicar la honestidad relacional

A menudo, aprendemos a ocultar lo que sentimos para evitar el rechazo. Pero la honestidad, bien dosificada y con respeto, puede ser un puente hacia relaciones más reales. Decir: “me cuesta esto, pero me interesa vincularme contigo”, puede abrir puertas que nunca imaginaste.

6. Terapia y acompañamiento psicológico

El acompañamiento psicoterapéutico, cuando es desde un enfoque neuroafirmativo, puede ayudarte a sanar heridas del pasado, comprender tu historia relacional y construir herramientas para relaciones más sanas, sin perder tu autenticidad.

 

La amistad posible

A pesar del dolor, el aislamiento o la decepción, muchas personas neurodivergentes encuentran, con el tiempo, relaciones auténticas y nutritivas. A veces en los lugares más inesperados. Otras veces, dentro de comunidades de personas que también han sentido que no encajaban en ningún molde.

Lo importante no es cuántas personas tienes a tu alrededor, sino cuántas pueden verte y quererte tal y como eres. Sin máscaras. Sin exigencias. Sin tener que justificar tus silencios o tu intensidad.

Porque sí: los vínculos son posibles. Pero no desde la obligación de cambiarte, sino desde el derecho a construir relaciones desde tu forma única de ser.

¿Y si este artículo te ha resonado?

Si te has sentido identificado/a con estas palabras, tal vez lo que necesitas no es “ser más sociable”, sino encontrar un lugar donde no tengas que explicar por qué te cuesta.

En el Instituto de Neurodivergencias creamos espacios donde las diferencias no se corrigen, sino que se celebran.

Y uno de esos espacios es nuestro grupo mensual online, un lugar donde las relaciones no se fuerzan, se construyen.

Post relacionados

¿Quieres saber si puedes ser Neurodivergente?

Inscríbete a nuestro newsletter y accede al test

Para cumplir con el RGPD (Reglamento General de Protección de Datos) y entender que tus datos están seguros, debes leer y aceptar la política de privacidad. Tus datos serán guardados en MailerLite, proveedor de email marketing. MailerLite también cumple con el RGPD, así que todo está protegido y amparado por la ley.